La inflación mexicana parece haber encontrado un punto de equilibrio precario. Con un incremento quincenal de apenas 0.10% en la primera quincena de junio, la cifra más baja registrada en lo que va del año, el Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) ofrece una imagen de estabilidad que, sin embargo, sugiere cautela.

Mexconomy — Los números publicados por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) revelan una inflación anual de 4.51%, una mejoría respecto al 4.78% del mismo período del año anterior. Pero, ¿Cuáles son las tensiones que podrían definir el rumbo económico del país en los próximos meses? Te lo explicamos:

Estamos viendo una calma engañosa. Mientras los productos agropecuarios experimentan una deflación que alivia temporalmente las presiones inflacionarias —con caídas dramáticas en productos como la papaya (-9.37%) y la calabacita (-8.76%)—, los servicios mantienen una tendencia alcista que revela fracturas estructurales en la economía mexicana.

El sector servicios, que registra una inflación anual de 4.61%, se ha convertido en el termómetro más preciso de las presiones inflacionarias persistentes. Los restaurantes y servicios de alojamiento lideran esta tendencia con un alarmante 7.62% anual, una cifra que refleja no solo el incremento en costos operativos, sino también el traslado de presiones salariales y de insumos a los consumidores finales.

Pero es en el rubro de vivienda donde se concentra quizás el mayor riesgo para la estabilidad económica familiar. La vivienda propia registró la mayor incidencia en el incremento quincenal de precios, con una contribución de 0.023 puntos porcentuales. Este fenómeno, aparentemente técnico, esconde una realidad más compleja: el acceso a la vivienda se está volviendo progresivamente más costoso para las familias mexicanas.

El problema de la vivienda no es coyuntural, es estructural. Con una inflación anual en servicios de vivienda de 3.49%, el costo de mantener un hogar consume una proporción cada vez mayor del ingreso familiar, especialmente en hogares de menores recursos.

¿Cómo se comporta la inflación regional?

El comportamiento regional del INPC revela otra dimensión preocupante. Mientras estados como Querétaro (0.42%) y Chiapas (0.34%) experimentan presiones inflacionarias significativamente superiores al promedio nacional, entidades como Tlaxcala (-0.31%) y Sinaloa (-0.24%) registran deflación.

Esta disparidad no es casual. Refleja las diferencias en la estructura económica regional, los patrones de consumo y, crucialmente, la capacidad de diferentes mercados locales para absorber o trasladar presiones de costos. Querétaro, con su importante sector industrial y de servicios, enfrenta presiones distintas a las de Tlaxcala, donde el peso del sector primario es mayor.

Los productos pecuarios: ¡Cuidado!

Entre los componentes más preocupantes se encuentra el comportamiento de los productos pecuarios, que registran una inflación anual de 11.86%. Este incremento, que contrasta dramáticamente con la deflación en frutas y verduras (-1.72%), señala presiones inflacionarias en la cadena de suministro de proteínas animales.

Las implicaciones van más allá del precio de la carne. Los productos pecuarios representan una fuente crucial de proteínas para la población mexicana, y su encarecimiento sostenido podría generar cambios en los patrones de consumo que afecten la seguridad alimentaria, particularmente en hogares de menores ingresos.

La trampa de la inflación subyacente

El índice subyacente, que excluye los productos más volátiles, mantiene una tendencia de 4.20% anual, apenas tres puntos básicos por encima del nivel del año anterior. Esta aparente estabilidad esconde, sin embargo, una realidad más compleja: la inflación subyacente se mantiene consistentemente por encima del rango objetivo del Banco de México (3% ± 1%).

Esta persistencia sugiere que las presiones inflacionarias no son meramente coyunturales, sino que responden a factores estructurales de la economía mexicana. El incremento sostenido en servicios, la presión en costos de vivienda y el comportamiento de los productos pecuarios apuntan hacia tensiones que podrían manifestarse con mayor intensidad en los próximos meses.

Identificamos varios riesgos que podrían materializar las presiones latentes. El primero es la estacionalidad: la deflación actual en productos agropecuarios podría revertirse con cambios estacionales o climáticos adversos. El segundo es la presión salarial: en un contexto de inflación persistente, las demandas salariales podrían generar espirales inflacionarias secundarias.

El tercer riesgo, quizás el más complejo, es la política monetaria. Con una inflación que se mantiene por encima del objetivo, el Banco de México enfrenta el dilema de mantener una política restrictiva que podría afectar el crecimiento económico, o flexibilizar sus objetivos con el riesgo de desanclar las expectativas inflacionarias.

El Índice de Precios de la Canasta de Consumo Mínimo (IPCCCM), con 4.78% anual, supera al INPC general, evidenciando que las presiones inflacionarias afectan de manera desproporcionada a los hogares de menores ingresos. Es decir, el impacto distributivo de la inflación ratifica su papel como factor de desigualdad.

La inflación mexicana de junio de 2025 presenta un panorama de luces y sombras. La pregunta no es si la inflación se mantendrá en niveles manejables, sino si las autoridades económicas podrán abordar las causas estructurales que alimentan las presiones inflacionarias persistentes. En esta ecuación, factores como la política de vivienda, la eficiencia de las cadenas de suministro y la coordinación entre política fiscal y monetaria serán determinantes.


Mexconomy: Unidad especializada en análisis económico. Las interpretaciones expresadas no reflejan necesariamente la posición de ninguna institución.