Un pulmón de cerdo transgénico funcionó durante nueve días en el cuerpo de un hombre en muerte clínica. El experimento, realizado en Guangzhou (China), abre una nueva frontera en los trasplantes y plantea un debate urgente sobre la economía que sostiene esta práctica médica en el mundo.

Mexconomy — El trasplante de órganos se ha convertido en uno de los pilares de la medicina moderna. Solo en 2024 se realizaron 173.286 trasplantes en todo el planeta. De ellos, 110.021 fueron de riñón, 42.494 de hígado, 10.286 de corazón y 8.236 de pulmón. Cada cifra es reflejo de una infraestructura hospitalaria inmensa, miles de equipos quirúrgicos, farmacológicos y logísticos en funcionamiento, pero también de un mercado que se sostiene en la escasez: la demanda de órganos supera con creces la oferta.

España se mantiene como el país con más donaciones por millón de habitantes, pero incluso allí la brecha entre necesidad y disponibilidad persiste. En Estados Unidos, donde la demanda es especialmente crítica, alrededor de 17 personas mueren cada día en lista de espera, es decir, unas 6.205 vidas perdidas al año. Cada una de esas muertes implica no solo un drama humano, sino también un costo económico: tratamientos prolongados, hospitalizaciones recurrentes y pérdida de productividad que los sistemas de salud deben absorber. Frente a esa presión creciente, los xenotrasplantes —órganos de cerdo modificados genéticamente para ser compatibles con humanos— se presentan como una solución capaz de alterar la ecuación.

El nuevo avance con un pulmón porcino confirma que la ingeniería genética aplicada a la salud ya no es una promesa lejana. Cerdos de la raza minipig, criados en laboratorios bajo condiciones de bioseguridad estricta, son sometidos a múltiples ediciones genéticas para que sus órganos no sean rechazados por el sistema inmunitario humano. La posibilidad de “producir” órganos a demanda cambia radicalmente el mapa: donde antes había un suministro limitado por la voluntad o la tragedia de los donantes, ahora podría haber una cadena de producción regulada y predecible.

Pero esta promesa tiene un precio. Mantener instalaciones para la cría de animales transgénicos, realizar procedimientos de edición genética, garantizar transporte estéril y aplicar protocolos quirúrgicos altamente especializados eleva los costos de cada intervención. A ello se suman los medicamentos inmunosupresores, imprescindibles para mantener el órgano funcionando, y las hospitalizaciones prolongadas que suelen acompañar los primeros meses tras la operación. De ahí que la gran incógnita no sea únicamente médica, sino económica: ¿será posible que los sistemas públicos de salud absorban el costo de los xenotrasplantes o quedarán reservados a quienes puedan pagarlos?

Los datos muestran que el mayor peso del sistema recae sobre los riñones: 63.49% de todos los trasplantes realizados en 2024 fueron de este órgano. En este campo, los xenotrasplantes podrían tener un impacto inmediato. No se trata solo de salvar vidas, sino también de reducir el gasto asociado a la diálisis crónica, una de las terapias más costosas y extendidas en el mundo. Algo similar ocurre con el hígado, segundo en volumen, donde el trasplante puede significar la diferencia entre una larga hospitalización y la reincorporación a la vida laboral. El pulmón, con apenas el 4.75% del total de trasplantes, representa un reto distinto: menos frecuente, pero con costos clínicos elevados, pues los pacientes suelen requerir cuidados intensivos prolongados.

El ensayo en China, publicado en la revista Nature Medicine, probó un solo pulmón en un hombre de 39 años en muerte clínica cerebral. El órgano funcionó durante nueve días sin rechazo agudo, aunque se detectó edema en las primeras 24 horas. El dato clínico es relevante, pero el trasfondo económico lo es aún más: cada paso que acerque la viabilidad del xenotrasplante acerca también la posibilidad de un nuevo mercado médico global, donde la oferta de órganos deje de estar limitada por la donación humana.

Sin embargo, persisten riesgos que podrían disparar los costos. Un rechazo tardío, infecciones resistentes o fallos en la ingeniería genética obligarían a nuevos tratamientos y hospitalizaciones, multiplicando los gastos. Además, la concentración tecnológica en pocas empresas capaces de producir líneas porcinas transgénicas podría derivar en un monopolio con precios inalcanzables para la mayoría de sistemas de salud. En un escenario así, el acceso a órganos quedaría marcado por las desigualdades económicas y geográficas.

El pulmón de cerdo que respiró durante nueve días en un cuerpo humano no es solo un hito médico. Es también una señal de que el modelo económico de los trasplantes está a punto de transformarse. El desafío será determinar si esa transformación reducirá las muertes en lista de espera y los costos de la atención crónica, o si generará un nuevo nivel de gasto sanitario que pocos podrán sostener.

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