El mercado laboral mexicano atraviesa un periodo de ajuste preocupante. A septiembre de 2025, aunque la población económicamente activa alcanzó 62.1 millones de personas—un incremento de 881 mil respecto al mismo mes del año anterior—, la participación femenina retrocede, la informalidad se expande y los empleos de calidad continúan siendo una promesa.

Mexconomy — Lo más alarmante es la caída en la tasa de participación económica de las mujeres, que descendió 0.9 puntos porcentuales para ubicarse en 45.6%, mientras que la de los hombres se mantuvo estancada en 75.4%. Esta contracción femenina, que representa un retroceso en términos de equidad laboral, descubre las persistentes barreras que enfrentan las mujeres para integrarse al mercado de trabajo formal. Más revelador aún: la población ocupada femenina cayó en 125 mil personas, mientras que la masculina creció en 945 mil, consolidando una brecha que parecía estar cerrándose en años anteriores.

La desocupación se mantiene aparentemente controlada en 3.0%—apenas 0.1 puntos porcentuales por encima del año previo—, pero esta cifra oculta la verdadera dimensión del problema. La población no económicamente activa aumentó en 1.3 millones de personas, alcanzando 42.1 millones, lo que sugiere que muchos trabajadores simplemente han abandonado la búsqueda activa de empleo ante la falta de oportunidades. De estos, 5.4 millones declararon estar disponibles para trabajar pero sin realizar acciones concretas para lograrlo, un ejército de desalentados que no aparece en las estadísticas oficiales de desempleo pero representa una reserva latente de mano de obra frustrada.

La informalidad como refugio y condena

El dato que mejor sintetiza la precariedad del mercado laboral mexicano es la tasa de informalidad laboral, que alcanzó 54.9% en septiembre, 0.6 puntos porcentuales por encima del año anterior. Esto significa que 33.1 millones de personas—más de la mitad de la población ocupada—subsisten en condiciones de vulnerabilidad laboral, sin acceso a seguridad social, prestaciones o contratos formales. La ocupación en el sector informal llegó a 17.3 millones, representando 28.7% del empleo total, medio punto porcentual más que en 2024.

La composición sectorial del empleo revela ganadores y perdedores claramente definidos. El comercio lideró el crecimiento con 449 mil empleos adicionales, seguido por restaurantes y servicios de alojamiento con 211 mil, sectores tradicionalmente asociados con bajos salarios y alta rotación. En contraste, la industria manufacturera—columna vertebral del modelo exportador mexicano—perdió 250 mil empleos, una señal inquietante sobre la competitividad del país en cadenas globales de valor y el impacto de la automatización y deslocalización productiva.

El panorama salarial no ofrece mayor consuelo. La población que percibe hasta un salario mínimo cayó en 1.6 millones, ubicándose en 24 millones de personas, pero esto no refleja necesariamente una mejora en las condiciones laborales, sino una redistribución hacia rangos salariales apenas superiores. Los trabajadores que ganan más de uno hasta dos salarios mínimos aumentaron dramáticamente en 1.7 millones, alcanzando 18.6 millones, evidenciando una concentración en los estratos de ingresos más bajos. Mientras tanto, quienes perciben más de cinco salarios mínimos cayeron en 123 mil personas, reforzando la tendencia hacia la precarización salarial generalizada.

Subocupación y condiciones críticas: el empleo que no alcanza

La tasa de subocupación descendió a 7.3% desde 8.2%, lo que podría interpretarse como positivo, pero representa aún 4.4 millones de personas que necesitan y están disponibles para trabajar más horas de las que su ocupación actual les demanda. Esta cifra refleja la prevalencia de empleos parciales, eventuales o estacionales que no satisfacen las necesidades económicas básicas de los trabajadores. La tasa de condiciones críticas de ocupación—que mide empleo inadecuado por tiempo, ingresos o ambos—alcanzó 33.6%, afectando a más de 20 millones de personas que trabajan en circunstancias que combinan largas jornadas con salarios insuficientes o empleos precarios con ingresos por debajo del mínimo.

Las cifras desestacionalizadas confirman la fragilidad del mercado laboral. La tasa de desocupación nacional ajustada se ubicó en 2.7%, pero en el agregado urbano de 32 ciudades alcanzó 3.5%, con la desocupación femenina urbana llegando a 3.7%, evidenciando que las presiones del mercado laboral se concentran en zonas urbanas donde la competencia por empleos formales es más intensa. La tasa de presión general—que incluye desocupados y ocupados que buscan cambiar de empleo—llegó a 5.9%, indicando insatisfacción laboral generalizada y búsqueda activa de mejores oportunidades por parte de quienes ya tienen un empleo.

El análisis por grupos de edad revela una juventud atrapada entre el desempleo y la informalidad. El 32.6% de los desocupados tiene entre 15 y 24 años, mientras que el 49% se concentra en el grupo de 25 a 44 años, edades productivas clave que deberían estar consolidando carreras profesionales y acumulando capital humano. La duración del desempleo ofrece un matiz: 46.6% de los desocupados lleva un mes o menos sin trabajo, pero 32.2% permanece entre uno y tres meses, períodos que aunque no son prolongados, pueden generar efectos negativos permanentes en trayectorias laborales y capacidad de negociación salarial.

La comparación histórica desde 2020 muestra una recuperación post-pandemia que se ha estancado. La población económicamente activa creció de 53.7 millones en septiembre de 2020 a los actuales 62.1 millones, pero el ritmo de crecimiento se desaceleró dramáticamente: de 3.9 millones entre 2020 y 2021 a apenas 881 mil entre 2024 y 2025. La tasa de participación económica que había alcanzado 60.4% en 2023, retrocede consistentemente, señalando fatiga del mercado laboral y expectativas deterioradas entre la población en edad de trabajar.

Los desafíos estructurales persisten y se profundizan. La dependencia del comercio y servicios de baja productividad como motores de creación de empleo, la caída del empleo manufacturero, la informalidad enquistada por encima del 50%, la brecha de género que se amplía nuevamente y la concentración salarial en rangos bajos configuran un mercado laboral incapaz de generar prosperidad compartida. Mientras 41.8 millones de trabajadores subordinados y remunerados constituyen el núcleo del empleo formal, 12.9 millones trabajan por cuenta propia sin empleados—muchos en condiciones de subsistencia—y 1.9 millones son trabajadores no remunerados en negocios familiares, modalidades que revelan la ausencia de oportunidades genuinas de movilidad social.

El mercado laboral mexicano de septiembre 2025 no está en crisis aguda, pero tampoco muestra signos de transformación hacia empleos de calidad, formalidad creciente y equidad de género. Se encuentra en un equilibrio precario donde los incrementos marginales en ocupación coexisten con informalidad persistente, donde la reducción de la subocupación convive con condiciones críticas que afectan a un tercio de los trabajadores, y donde el crecimiento del empleo beneficia desproporcionadamente a sectores de baja productividad mientras la manufactura se contrae. Las cifras de INEGI no mienten: el empleo crece, pero no el bienestar laboral.

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