Detrás del anémico crecimiento económico de México se esconde una realidad cada vez más alarmante: la inversión total en el país ha caído a niveles históricamente bajos. La formación bruta de capital fijo, indicador clave que mide la inversión en infraestructura, maquinaria y equipamiento, cayó del 22.4% del PIB en 2018 a apenas 19.1% en 2023, y los datos recientes confirman un deterioro significativo en el arranque de 2025, con una contracción anual de -6.0% en febrero.
Ningún país puede crecer de manera sostenida con una tasa de inversión por debajo del 20% del PIB. Y menos aún un país con las necesidades de infraestructura y modernización de México.
La tendencia en 2024-2025
Los datos más recientes de inversión fija bruta muestran un panorama preocupante:
- Durante el primer semestre de 2024, la inversión mantuvo un crecimiento anual positivo, alcanzando un pico en enero con un incremento del 12.8%
- A partir de septiembre de 2024, la tendencia se revirtió drásticamente, registrando seis meses consecutivos de contracciones anuales
- Los primeros dos meses de 2025 reflejan una profundización de la crisis, con caídas superiores al 6% respecto al mismo periodo del año anterior
- El índice de inversión ha retrocedido de niveles de 114-116 a inicios de 2024 a apenas 107.3 en febrero de 2025
Un análisis detallado de los datos de inversión revela un fenómeno sin precedentes: por primera vez en décadas, tanto la inversión pública como la privada se han contraído simultáneamente:
- Inversión pública: Cayó de 3.1% del PIB en 2018 a menos del 2.5% en los años siguientes, niveles insuficientes incluso para mantener la infraestructura existente. Para dimensionar la magnitud del problema: el promedio histórico de México entre 1990-2018 fue de 4.2% del PIB, y la OCDE recomienda al menos 5% para países en desarrollo.
- Inversión privada: Disminuyó de 19.3% del PIB en 2018 a 16.7% en 2024, uno de los niveles más bajos desde la crisis financiera global. La inversión extranjera directa, aunque aparentemente estable en términos brutos, se ha concentrado en compras de empresas existentes más que en proyectos nuevos.
Lo que observamos es una crisis de confianza que se ha profundizado en los últimos meses. El sector privado, tanto nacional como extranjero, ha transitado de una postura de 'esperar y ver' a una clara reducción de sus planes de inversión a mediano y largo plazo.
La caída en la inversión no ha sido uniforme, creando nuevos desequilibrios sectoriales y regionales:
- Energía: La inversión en el sector energético se ha reducido más de 60% desde 2018, tanto en generación como en transmisión y distribución, creando ya problemas de suministro que amenazan la expansión industrial.
- Infraestructura logística: Exceptuando los proyectos gubernamentales emblemáticos, la inversión en puertos, carreteras y conectividad ha caído cerca del 40%, generando cuellos de botella logísticos.
- Tecnología: La inversión en telecomunicaciones y tecnologías de la información se ha estancado, ampliando la brecha digital y limitando las oportunidades de modernización económica.
Regionalmente, el impacto ha sido igualmente desigual:
- El corredor Bajío-Norte mantiene cierto dinamismo gracias al nearshoring y la industria automotriz, aunque la tendencia reciente sugiere una desaceleración.
- El Centro-Sur del país ha visto un deterioro más pronunciado, con excepción de zonas turísticas.
- La frontera sur enfrenta un colapso inversor casi total fuera de los proyectos gubernamentales.
Esto está creando un México de tres tendencias, ampliando brechas regionales que ya eran preocupantes. Los datos de inversión de 2024-2025 confirman que estas disparidades se están agudizando.
Las causas estructurales del colapso inversor
Diversos factores explican esta crisis de inversión que se ha profundizado en 2024-2025:
- Incertidumbre regulatoria: La cancelación del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México en 2018 estableció un precedente negativo, seguido por cambios regulatorios en sectores clave como energía, minería y telecomunicaciones. Las recientes modificaciones al marco legal en sectores estratégicos han intensificado esta percepción.
- Reasignación del gasto público: La política de austeridad combinada con el aumento del gasto social y megaproyectos gubernamentales redujo drásticamente la inversión pública en infraestructura productiva básica, tendencia que se ha mantenido en los nuevos ejercicios presupuestales.
- Deterioro institucional: La percepción de debilitamiento del Estado de derecho ha incrementado la prima de riesgo exigida por inversionistas. El Índice de Estado de Derecho de World Justice Project muestra un retroceso de México de la posición 92 en 2018 a la 116 en 2024.
- Política energética restrictiva: La priorización de la autosuficiencia energética sobre la eficiencia y sostenibilidad ha limitado la inversión en el sector, generando preocupaciones sobre la capacidad del sistema eléctrico para satisfacer una demanda creciente.
- Entorno macroeconómico global: El endurecimiento de las condiciones financieras internacionales y la incertidumbre geopolítica global han afectado los flujos de inversión hacia mercados emergentes, impactando particularmente a economías con vulnerabilidades estructurales como México.
Si analizamos la composición del gasto público, encontramos que México destina hoy menos de 10 centavos de cada peso presupuestal a crear activos productivos, mientras en países emergentes exitosos esta cifra supera los 20 centavos. Los datos de inversión fija bruta de los últimos meses confirman que esta tendencia no solo continúa sino que se agrava.
El impacto estructural del colapso inversor
Las consecuencias de los bajos niveles de inversión van más allá del crecimiento a corto plazo:
- Erosión del capital productivo: La inversión actual es insuficiente incluso para reponer la depreciación del capital existente, lo que erosiona la capacidad productiva futura. La caída consecutiva del índice de inversión desde julio de 2024 sugiere que esta erosión se está acelerando.
- Cuello de botella para el nearshoring: La falta de inversión en infraestructura, energía y capital humano está limitando la capacidad de México para capitalizar la reconfiguración de cadenas globales de valor, una oportunidad histórica que corre el riesgo de desaprovecharse.
- Envejecimiento tecnológico: La baja inversión en tecnologías de la información y digitalización amplia la brecha de productividad con competidores globales, comprometiendo la competitividad futura del país.
- Trampa de equilibrio bajo: Se genera un círculo vicioso donde el bajo crecimiento reduce los incentivos para invertir, lo que a su vez deprime el crecimiento futuro. Los seis meses consecutivos de contracción anual en la inversión sugieren que este círculo vicioso está plenamente establecido.
Lo más preocupante es que estamos comprometiendo el crecimiento potencial de la economía mexicana para la próxima década. Los datos de los primeros meses de 2025, con caídas superiores al 6% anual, confirman que la crisis de inversión ha entrado en una fase crítica que tardará años en revertirse, incluso con políticas correctivas inmediatas.
Perspectivas para 2025-2026
Las tendencias actuales sugieren un panorama complicado para la inversión en México durante el resto de 2025 y 2026:
- La persistente caída mensual del índice de inversión fija bruta (-1.6% en enero y solo un ligero repunte de 0.1% en febrero de 2025) apunta a una debilidad estructural más que cíclica
- El diferencial entre los niveles de inversión de inicios de 2024 (índice en 114.2) y febrero de 2025 (107.3) representa una pérdida de capacidad productiva que tardará años en recuperarse
- Los sectores más afectados por la caída en inversión (energía e infraestructura) son precisamente los que más tiempo requieren para desarrollar nuevos proyectos, lo que augura restricciones de oferta en el mediano plazo.
0 Comentarios