La decisión de la Corte Federal de Comercio Internacional (CFCI) de bloquear los aranceles del 25% impuestos por Donald Trump no fue un tecnicismo: fue un grito institucional en medio de la tormenta. Un acto de contención frente a un modelo de gobierno que, en nombre de la grandeza, está socavando las bases mismas del orden democrático y económico.

Mexconomy - Trump recurrió a una ley de emergencia económica para imponer tarifas a México, Canadá y China sin autorización del Congreso. Lo hizo como quien lanza un misil: sin estrategia de largo plazo, sin respeto al marco legal, sin interés en las consecuencias. La Corte le dijo no. Ese “no” no solo protegió a socios comerciales estratégicos; protegió a Estados Unidos de sí mismo.

Desde 2017, la doctrina económica del trumpismo ha desmantelado normas, multiplicado conflictos y reemplazado la política comercial por amenazas. La economía fue convertida en un arma. El fallo de esta semana recuerda algo fundamental: el presidente no puede usar el Estado como un garrote personal. La legalidad no es una formalidad, es una frontera.

El fallo no detiene la lógica destructiva que sigue operando desde la Casa Blanca. Trump podría apelar, buscar otra ley, construir nuevos mecanismos de presión. Pero en este momento, una Corte ha dicho basta. Y en un tiempo donde las democracias se repliegan y las autocracias avanzan, cada acto de resistencia legal es una victoria civilizatoria.

La decisión de la CFCI de bloquear los aranceles deja algo claro: los contrapesos democráticos aún existen y pueden frenar el desorden institucional. En el clima político de 2025, eso no es poca cosa: es una señal tenue, pero vital, de que el Estado de Derecho aún puede imponerse a la voluntad autocrática.

Sin embargo, esta victoria legal es solo un respiro, no una solución estructural. Si el actual rumbo se mantiene, Estados Unidos no regresará a la “grandeza” prometida, sino que profundizará una decadencia autoinfligida. Un país atrapado entre el miedo, la polarización y la concentración de poder en un solo hombre, que en lugar de liderar al mundo hacia el equilibrio, podría empujarlo a una nueva era de caos geopolítico y ruptura institucional.