La sostenibilidad fiscal de Estados Unidos vuelve a estar en el centro del debate económico global. A pesar de su histórica reputación como refugio seguro para los inversionistas internacionales, los bonos del Tesoro estadounidense enfrentan crecientes señales de escepticismo por parte de algunos de sus principales acreedores.

Mexconomy - El aumento de la deuda pública, sumado a la competencia de bonos soberanos en otros países que ofrecen rendimientos comparables o incluso superiores, está obligando a muchos a repensar sus carteras de inversión.

Con una deuda federal que supera ya los $36.5 billones —equivalente a cerca del 120% del PIB—, las advertencias de analistas y agencias calificadoras han comenzado a materializarse. En mayo de 2025, Moody’s rebajó la calificación crediticia de Estados Unidos de Aaa a Aa1, citando como principal argumento el deterioro fiscal y la creciente carga de intereses que amenaza con desbordar el gasto público en la próxima década.

En declaraciones recientes, Larry Fink, CEO de BlackRock, y Ken Griffin, fundador de Citadel, advirtieron sobre los riesgos que implica mantener políticas de gasto insostenibles en un contexto de tensiones geopolíticas y aumento de tasas de interés. “La fiscalidad estadounidense está fuera de control”, advirtió Griffin en una entrevista reciente con el New York Post. Según el magnate, la deuda amenaza con desplazar inversiones productivas y podría provocar una crisis de confianza en los mercados internacionales.

Sin embargo, a pesar de estas advertencias, los bonos del Tesoro han ofrecido en los últimos meses rendimientos atractivos, superando el 4.5% anual en instrumentos a 10 años, frente a tasas menores en países como Canadá (3.2%), Alemania (2.55%) y Japón (1.5%). Este diferencial ha seguido atrayendo a fondos de inversión y bancos centrales que priorizan liquidez y seguridad en sus portafolios.

No obstante, la tendencia está cambiando lentamente. Países como China y Japón, tradicionalmente los mayores tenedores de deuda estadounidense, comenzaron a reducir sus posiciones a lo largo de 2024 y 2025. Aunque las causas varían —desde tensiones geopolíticas hasta estrategias de diversificación—, varios analistas coinciden en que el atractivo relativo de los bonos estadounidenses ha disminuido ante las oportunidades de inversión en mercados emergentes y la necesidad de respaldar sus propias economías internas con deuda soberana a tasas competitivas.

En este contexto, algunos expertos señalan que los inversionistas extranjeros tienen ahora más razones que nunca para examinar con lupa su exposición a la deuda estadounidense. Los temores de que la política fiscal de Washington —marcada por programas de gasto expansivo y recortes impositivos que agravan el déficit— pueda poner en entredicho la capacidad del país para servir su deuda a largo plazo, refuerzan el argumento de que “el mercado ya no es tan seguro como antes”.

La paradoja es evidente: mientras el dólar sigue siendo la moneda de reserva global, las grietas en la confianza sobre la sostenibilidad fiscal de Estados Unidos podrían modificar las preferencias de los inversionistas internacionales. Según analistas consultados, este escenario podría derivar en un aumento de los costos de financiamiento para el propio Tesoro, generando un círculo vicioso que, de no corregirse, podría impactar negativamente en el crecimiento económico y la estabilidad financiera de la principal economía del mundo.

En última instancia, la situación actual subraya la necesidad de que Washington adopte un enfoque más responsable en materia fiscal. Sin reformas de fondo y sin un ajuste que equilibre gasto e ingresos, la deuda estadounidense podría dejar de ser el activo seguro por excelencia, abriendo paso a una nueva era de competencia global en los mercados de bonos soberanos.

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