La reciente decisión de Estados Unidos de elevar al 50% los aranceles a las importaciones de acero y aluminio provenientes de México ha encendido las alarmas en el sector industrial y económico del país.

Mexconomy - Este movimiento proteccionista amenaza con desestabilizar la cadena de suministro automotriz de Norteamérica y, de manera particular, la economía mexicana, que depende críticamente de estos insumos para su industria de autopartes.

De acuerdo con la Industria Nacional de Autopartes (INA), la producción de componentes como motores, estructuras de carrocería y sistemas de frenos —que en 2024 alcanzó los $121,693 millones de dólares, gran parte exportados a EE.UU.— se verá afectada por un incremento inmediato en los costos de producción. La crisis amenaza con romper el modelo de producción “just in time”, poniendo en riesgo la continuidad operativa de toda la cadena automotriz regional.

El impacto no se detiene ahí. El sector siderúrgico mexicano, ya debilitado por el arancel anterior del 25%, enfrenta ahora lo que Antonio Domínguez Lara, del Grupo De Acero, califica como “un escenario desolador”. Según Domínguez Lara, las exportaciones mexicanas de acero hacia Estados Unidos se habían reducido un 50% con el arancel previo, y con la nueva medida “prácticamente nos deja fuera de la ecuación para exportar”. Esto representa una amenaza directa para los cerca de 700,000 empleos que dependen de la industria siderúrgica en estados como Nuevo León, Coahuila y Guanajuato. La posibilidad de recortes de personal es inminente y agrava la ya preocupante caída del 60% en la generación de empleo nacional durante el primer semestre del año.

Lo paradójico, según Domínguez Lara, es que México mantiene un superávit comercial en acero con Estados Unidos: el país importa más acero del que exporta a su vecino del norte. Esta realidad evidencia que la medida arancelaria estadounidense no responde a una competencia desleal, sino a una lógica proteccionista más amplia que termina castigando a un socio estratégico.

La integración de las cadenas de suministro de América del Norte —lejos de ser un discurso político— es una realidad económica. Cuando Estados Unidos aplica aranceles a sus propios socios, no solo encarece productos, sino que socava la eficiencia que ha sustentado la competitividad regional durante décadas. La afectación a la producción de autopartes en México tendrá un impacto directo en las armadoras estadounidenses, que dependen de esos componentes. Se trata, en definitiva, de un “gol en contra” para la economía norteamericana en su conjunto.

En respuesta, la INA y otros organismos empresariales han solicitado a la Secretaría de Economía que redoble sus gestiones diplomáticas con Washington, buscando una “exención inmediata de los aranceles para las autopartes”. Esta medida es urgente y apela a la interdependencia y al espíritu de cooperación plasmado en el T-MEC, aunque la reciente decisión arancelaria parezca ignorarlo.