El análisis detallado de la distribución sectorial del trabajo y la estructura de ingresos de los 59.5 millones de trabajadores ocupados en agosto de 2025 revela una transformación preocupante del mercado laboral mexicano. No se trata simplemente de cuántas personas trabajan, sino de dónde trabajan, en qué condiciones, y cuánto ganan.
Mexconomy — Estos bloques de información exponen vulnerabilidades que van más allá de las tasas agregadas, mostrando una economía que destruye empleos productivos mientras expande ocupaciones precarias y mal remuneradas.
Por posición en la ocupación, la mayor categoría corresponde a trabajadores subordinados y remunerados con 40.7 millones de personas (68.4%), pero esta cifra experimentó un descenso de 249 mil trabajadores respecto al año anterior. Esta contracción del empleo asalariado formal es alarmante porque representa la base de la economía moderna: trabajadores con contratos, prestaciones y protección laboral. La pérdida neta significa que las empresas están reduciendo plantillas o sustituyendo empleos formales por otras modalidades más precarias.
Los trabajadores por cuenta propia sumaron 13.0 millones (21.8%), con una caída de 346 mil personas. Esta reducción sugiere que miles de microempresarios y profesionistas independientes están cerrando operaciones o abandonando la actividad económica. Contrasta con esto el crecimiento de empleadores, que alcanzaron 3.6 millones (6.1%) con un aumento de 450 mil. Este incremento podría parecer positivo, pero requiere escrutinio: en contextos de informalidad alta, muchos "empleadores" son realmente dueños de micronegocios informales que contratan uno o dos trabajadores sin prestaciones. El crecimiento de esta categoría puede reflejar fragmentación económica más que prosperidad empresarial.
Los trabajadores no remunerados totalizaron 2.2 millones (3.7%), con una reducción de 56 mil. Estas personas trabajan en negocios o parcelas familiares sin recibir salario, representando una forma extrema de vulnerabilidad laboral. Aunque su proporción es pequeña, su mera existencia en cifras significativas evidencia estructuras económicas preindustriales donde el trabajo no está mercantilizado ni protegido.
La distribución sectorial muestra una economía dominada por servicios con 26.0 millones de trabajadores (43.7%), seguida por comercio con 11.7 millones (19.7%) e industria manufacturera con 10.0 millones (16.8%). Sin embargo, los cambios anuales revelan tendencias inquietantes. El sector que más empleos perdió fue agricultura, ganadería, silvicultura, caza y pesca, con una caída de 524 mil trabajadores, pasando de 6.8 millones a 6.3 millones. Esta hemorragia de medio millón de empleos rurales en un solo año representa una crisis migratoria latente y abandono del campo.
Construcción perdió 105 mil empleos, bajando a 4.7 millones, señalando contracción en inversión infraestructural y vivienda. Los servicios profesionales, financieros y corporativos cayeron 121 mil trabajadores hasta 4.6 millones, indicando que incluso sectores de alta calificación y productividad están expulsando personal. Estos descensos en sectores formales contrastan con el crecimiento en transportes, comunicaciones, correo y almacenamiento con 303 mil empleos adicionales alcanzando 3.6 millones, y comercio con 163 mil más. El problema es que estos sectores en crecimiento frecuentemente ofrecen empleos informales: repartidores de plataformas digitales sin prestaciones, comerciantes ambulantes, conductores sin seguridad social.
La industria manufacturera creció modestamente 9 mil empleos manteniéndose en 10.0 millones, un estancamiento preocupante para un sector que debería liderar la creación de empleos formales y bien remunerados. México aspira a ser potencia manufacturera, pero su capacidad de absorber fuerza laboral está paralizada. Los servicios diversos crecieron 18 mil y restaurantes y alojamiento sumaron 76 mil, sectores caracterizados por alta informalidad, jornadas extenuantes y bajos salarios.
El Colapso de la Estructura Salarial
La distribución por nivel de ingresos expone la vulnerabilidad más crítica del mercado laboral mexicano: la precarización salarial masiva. En agosto de 2025, 23.2 millones de trabajadores (38.9%) ganaban hasta un salario mínimo, cifra que representa una caída de 2.8 millones respecto a 2024 cuando eran 26.0 millones (43.5%). A primera vista, esta reducción parece positiva: menos personas en el rango salarial más bajo. Pero el análisis detallado revela una realidad más compleja y potencialmente más grave.
Simultáneamente, la categoría no especificado explotó de 7.7 millones (12.8%) a 10.1 millones (17.1%), un incremento de 2.5 millones de personas. Esta categoría incluye a trabajadores que no declararon sus ingresos o cuyos ingresos no pudieron ser clasificados. El crecimiento espectacular de este grupo sugiere varias posibilidades preocupantes: creciente desconfianza para declarar ingresos reales; expansión de trabajos con remuneración irregular o no monetaria; o simplemente mayor informalidad donde los ingresos no están estandarizados. Cuando casi uno de cada cinco trabajadores no puede o no quiere especificar sus ingresos, la información estadística pierde confiabilidad y las políticas públicas operan a ciegas.
El rango más de 1 hasta 2 salarios mínimos concentra 17.6 millones de trabajadores (29.6%), con un aumento de 445 mil. Este es el único rango medio que crece, sugiriendo que trabajadores que antes ganaban menos de un salario o más de dos están convergiendo hacia este nivel. Sin embargo, ganar entre uno y dos salarios mínimos en México mantiene a las familias en condiciones de vulnerabilidad económica, sin capacidad de ahorro ni acceso a crédito formal.
Los rangos salariales superiores muestran contracciones severas. Quienes ganaban más de 2 hasta 3 salarios cayeron 34 mil quedando en 3.6 millones (6.1%). El rango de más de 3 hasta 5 salarios se desplomó 198 mil hasta 1.4 millones (2.3%). Los mejor pagados, con más de 5 salarios mínimos, cayeron 220 mil quedando en apenas 438 mil (0.7%). Esta destrucción de empleos en rangos salariales medios y altos evidencia un proceso de polarización salarial: desaparecen los trabajos que pagaban decentemente, mientras proliferan los mal remunerados.
Particularmente preocupante es que 3.1 millones de personas (5.3%) trabajaron sin recibir ingresos, un aumento de 120 mil. Estos trabajadores no remunerados, junto con los que ganan menos de un salario mínimo, suman más del 44% de la fuerza laboral en condiciones de extrema precariedad salarial. Si agregamos el 17.1% que no especificó ingresos, más del 60% de los trabajadores mexicanos están en situación salarial incierta o claramente insuficiente.
Vulnerabilidades Subyacentes
La conjunción de estos bloques de información revela vulnerabilidades estructurales profundas. Primero, la desindustrialización silenciosa: sectores productivos formales como agricultura, construcción y servicios profesionales pierden empleos, mientras crecen comercio y transportes, sectores con alta informalidad. Esto representa un retroceso en la modernización económica, donde México no avanza hacia una economía de servicios de alto valor sino hacia una de servicios precarios.
Segundo, la destrucción de la clase media salarial: el colapso de rangos de 3 a 5 salarios mínimos y más de 5 salarios significa que desaparecen los empleos que permitían movilidad social ascendente. La convergencia hacia el rango de 1 a 2 salarios implica empobrecimiento de sectores que antes tenían ingresos decentes. Esta compresión salarial hacia abajo no solo reduce poder adquisitivo sino que erosiona la base fiscal, debilita el mercado interno y perpetúa dependencia de remesas y programas sociales.
Tercero, la opacidad informativa creciente: cuando 10 millones de trabajadores no especifican ingresos, la economía se vuelve estadísticamente invisible. Esto dificulta diseño de políticas, permite evasión fiscal masiva, y oculta el verdadero grado de precarización. La informalidad no solo es ausencia de seguridad social; es también ausencia de información confiable sobre condiciones laborales reales.
Cuarto, la fragmentación productiva: el crecimiento de "empleadores" en contexto de caída de subordinados sugiere atomización del mercado laboral. En lugar de empresas medianas que emplean decenas de trabajadores formales, proliferan micronegocios que contratan uno o dos empleados informalmente. Esta fragmentación impide economías de escala, dificulta sindicalización, y perpetúa baja productividad.
Las vulnerabilidades exhibidas en estos datos no son coyunturales sino tendencias consolidadas. Un mercado laboral que destruye medio millón de empleos agrícolas, contrae empleo subordinado formal, precariza salarios de rangos medios, y mantiene a más de 40% de trabajadores ganando menos de un salario mínimo o sin ingresos especificados, es un mercado en crisis estructural. No se trata de ajustes temporales sino de la consolidación de un modelo económico que genera empleos, sí, pero empleos de baja calidad, baja productividad y baja remuneración. Mientras estas tendencias no se reviertan mediante políticas industriales activas, fortalecimiento de educación técnica, formalización incentivada, y cumplimiento efectivo de legislación laboral, México seguirá atrapado en un equilibrio de baja productividad donde trabajar no garantiza salir de la pobreza.

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