La economía mexicana atraviesa una fase crítica de desinversión que amenaza su capacidad productiva y competitividad futura. En agosto de 2025, el Indicador Mensual de la Formación Bruta de Capital Fijo (IMFBCF) registró una caída mensual de 2.7% y un desplome anual de 8.9%, según datos del INEGI.
Mexconomy — Estas cifras reflejan el segundo mes consecutivo de contracción y evidencian que México está consumiendo más de lo que invierte, erosionando sistemáticamente su infraestructura productiva.
El deterioro abarca todos los frentes. Los gastos en maquinaria y equipo —tanto de origen nacional como importado— se desplomaron 3.1% mensual y 10.5% anual, mientras que la construcción retrocedió 1.5% en el mes y 7.0% en términos anuales. El sector no residencial, que incluye plantas industriales, oficinas y obras de infraestructura productiva, presenta la herida más profunda: una contracción de 18.5% a tasa anual con cifras desestacionalizadas, y de 17.9% con datos originales.
Lo que hace particularmente alarmante este escenario es el colapso del equipo de transporte importado, que cayó 13.6% mensual y 15.4% anual en términos desestacionalizados. Este componente es vital para la modernización de las cadenas de suministro y la integración a mercados globales. Su desplome sugiere que las empresas están posponiendo inversiones estratégicas ante un entorno de incertidumbre.
El sector público se retira del juego
Detrás de estas cifras agregadas se esconde una crisis de confianza bifurcada. Mientras la inversión privada retrocedió 9.0% anual en agosto, la inversión pública se desplomó 21.2%, evidenciando no solo restricciones fiscales sino también una parálisis en la ejecución de proyectos gubernamentales. En el acumulado enero-agosto, la inversión pública acumula una devastadora caída de 22.2%, contra 5.4% de la privada.
El sector de construcción pública presenta números que rozan lo catastrófico: -30.8% anual en agosto y -31.5% en el periodo acumulado. Esta parálisis impacta directamente en infraestructura carretera, hidráulica y energética, limitando la capacidad productiva del país para los próximos años. Paradójicamente, la única luz en este panorama sombrío proviene de la maquinaria y equipo público, con un crecimiento de 9.5% anual, aunque este dato marginal no compensa la debacle en construcción.
El único refugio en medio de la tormenta es la construcción residencial, que creció 10.0% anual con cifras desestacionalizadas y 8.6% con datos originales. Sin embargo, este dinamismo aislado no puede sostener por sí solo el aparato productivo nacional. Una economía no se moderniza construyendo casas; requiere plantas industriales, carreteras, puertos y redes de comunicación.
Riesgos y pérdida de competitividad
El índice de formación bruta de capital fijo se ubicó en 103.9 puntos (base 2018=100), apenas 3.9% por encima del nivel de hace siete años. Esta lenta expansión —interrumpida ahora por una fase contractiva— sugiere que México está perdiendo terreno frente a competidores regionales que sí están invirtiendo agresivamente en modernización productiva.
Los datos revelan un patrón preocupante: las empresas están apostando por sobrevivir el presente más que por construir el futuro. La caída de 11.9% anual en maquinaria y equipo importado y de 9.2% en nacional indica que las compañías están extendiendo la vida útil de equipos obsoletos en lugar de renovar tecnología. Este diferimiento de inversiones tiene consecuencias acumulativas: menor productividad, mayores costos operativos y pérdida gradual de competitividad internacional.
El derrumbe de la inversión en equipo de transporte nacional (-12.3% anual) y el retroceso en maquinaria, equipo y otros bienes (-5.6% anual) perfilan un escenario donde las empresas manufactureras y de servicios postergan expansiones y mejoras tecnológicas. En un contexto global donde la automatización y la digitalización avanzan aceleradamente, México corre el riesgo de quedar rezagado en las cadenas de valor regionales.
Las tendencias actuales sugieren que sin un cambio drástico en las condiciones de inversión —certidumbre jurídica, estabilidad macroeconómica y coordinación entre sectores público y privado— México podría cerrar el año con la peor contracción de inversión en décadas, hipotecando su desarrollo futuro.

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